En 1957, (hace 57 años) tenia yo cerca de 20, y me dedicaba en mis muchos ratos libres, a las especulaciones mentales. Una de ellas, es la que a continuación relato en un escrito de entonces.
AQUILES
Y LA TORTUGA
Yo no soy un cualquiera. Soy un hombre que
anda de cabeza. Al principio no me fue fácil el acostumbrarme, pero ahora no sabría
andar de otro modo. Es muy sencillo: doy un paso al aire, simultáneamente, un
impulso hacia arriba seguido de una flexión de cintura adelante, y cuando caigo
lo hago un palmo más allá. Luego, una y otra vez repito lo mismo, y así voy
caminando. Claro está, que como no es mucha la velocidad que saco, a todos
sitios llego cuando acaban de cerrar. Las primeras veces esto me irritaba;
sobre todo cuando solo me faltaban unos metros para llegar a donde iba, y veía
impotente que estaban cerrando la puerta, Aquello me ponia frenético, y al día
siguiente salía con una hora de anticipación a lo que había previsto el día
anterior que tardaría. Pero aun así, siempre he llegado tarde, y es por lo que
ahora, que me dirigía al prostíbulo de la esquina en busca de un poco de
felicidad, y a la vista de esta sucesión periódica de horas y días, he decidido
tumbarme aquí, y esperar… ¿Y esperar que?
Carlos
Bermejo
Madrid,
Diciembre de 1957.