jueves, 2 de enero de 2014

AQUILES Y LA TORTUGA


En 1957, (hace 57 años) tenia yo cerca de 20, y me dedicaba en mis muchos ratos libres, a las especulaciones mentales. Una de ellas, es la que a continuación relato en un escrito de entonces.


AQUILES Y LA TORTUGA
 Yo no soy un cualquiera. Soy un hombre que anda de cabeza. Al principio no me fue fácil el acostumbrarme, pero ahora no sabría andar de otro modo. Es muy sencillo: doy un paso al aire, simultáneamente, un impulso hacia arriba seguido de una flexión de cintura adelante, y cuando caigo lo hago un palmo más allá. Luego, una y otra vez repito lo mismo, y así voy caminando. Claro está, que como no es mucha la velocidad que saco, a todos sitios llego cuando acaban de cerrar. Las primeras veces esto me irritaba; sobre todo cuando solo me faltaban unos metros para llegar a donde iba, y veía impotente que estaban cerrando la puerta, Aquello me ponia frenético, y al día siguiente salía con una hora de anticipación a lo que había previsto el día anterior que tardaría. Pero aun así, siempre he llegado tarde, y es por lo que ahora, que me dirigía al prostíbulo de la esquina en busca de un poco de felicidad, y a la vista de esta sucesión periódica de horas y días, he decidido tumbarme aquí, y esperar… ¿Y esperar que?
Carlos Bermejo
Madrid, Diciembre de 1957.