¡¡A sus órdenes mi Comandante!!
Aún recuerdo mis mozos años de soldado en África
–Targuist, Villa San Jurjo, Villa Nador y Melilla la Vieja- en Regulares del Rif número 8 en el Zoco Had de Benichicar al pie del
Gurugú entre Melilla y Nador; como saludaba a mis superiores por educación y
por obligación, aquello de ¡¡a sus órdenes mi Comandante!!
He conocido recientemente, haciendo un
nuevo amigo, al Comandante y al pintor paisajista Carlos Bermejo. Es
actualmente el secretario de la
Asociación de Artistas Alicantinos. Le conocí por haber
expuesto en la sede de Alicante recientemente mis cuadros y que él tuvo la
deferencia de presentarme con mucho afecto y puso el título de “Pintar para
seguir viviendo” a mi trabajo.
Carlos es un hombre serio, afable donde
los haya y comprometido con el trabajo que ostenta y dispuesto siempre a ayudar
con una amabilidad indescriptible o exagerada al pintor desorientado, y más en
mi caso, si mis pinturas, por mi versatilidad, eran difíciles de clasificar.
Carlos Bermejo y yo somos casi
paisanos. Dirán que en qué se parece un murciano a un alicantino.
Indudablemente en casi nada, solo en la proximidad. Pero ¿en qué se parece un
murciano de Molina de Segura a un alicantino de Catral, de la Vega
Baja del Segura, que ha bebido desde niño el agua del Río
Segura y hablado el “panocho murciano”? en todo.
Carlos siguió la carrera castrense hasta llegar a
comandante, y yo me hice maestro en Murcia, ejerciendo hasta que por consejo
del mejor psicólogo del siglo XX, me dediqué a la Alta Psicopedagogía para tratar
a niños con Parálisis Cerebral y a los Superdotados y Talentosos.
Y debido al título de la novela de Carlos Bermejo:
“Historia de Yo” permíteme que refuerce la memoria de los no avezados. El Ello, Yo y Superyó son conceptos fundamentales
en la teoría del Psicoanálisis con la
que Sigmund Freud intentó explicar el funcionamiento psíquico del inconsciente
humano. El Ello, es la parte primitiva, desorganizada e innata de la
personalidad. El Yo, es un ejecutor de la personalidad: “ahora debe decir
esto…”.”ahora deberá salir…”. El Yo elevado y desorganizado puede conducir al
egolatrismo. El Superyó, representa los pensamientos morales y éticos recibidos
de la cultura.
Quiero abundar en algo más, o sea, en la madurez de los niños. Para calificar a un
niño de superdotado hay que atenerse a los Tres Anillos de
Renzulli: Capacidad por encima de la media, Creatividad e Implicación en la
tarea. Pero si un niño no da más, o si un niño no ha llegado a desarrollar la Etapa Formal , será retrasado
según Piaget, es el niño en el que no aparecen las estructuras lógicas ni opera
con conceptos ni trabaja sobre hipótesis.
Pero en cuanto a Carlos Bermejo, y sonrojándome, sí
amigos, sonrojándome, confieso que hice un infausto juicio de valor y me equivoqué
al tener en mis manos y ojear, que no hojear, su “Historia de Yo”.
Pues bien, hecho este preámbulo, porque me creo en
derecho de afirmar si un niño es listo, incluso superdotado o talentoso. Este
libro, me dije, es la demostración palpable de un ególatra imposible, porque
nos va a contar las correrías de un apuesto militar ascendido de soldado a
suboficial, de suboficial a oficial y de oficial a jefe, es decir, a
comandante. Vamos, que Carlos nos iba a aburrir con las historietas del
desfloramiento de doncellas o del corneamiento de maridos. Pero no, reconozco
que me equivoqué, repito, que no dí ni una, porque Carlos es un fruto inmaduro
de la posguerra donde tuvo que sufrir la represión sexual de unos padres
clericales de rosario y misa diaria; también, de unos curas que nos decían que
nos quedaríamos ciegos si practicábamos el “onanismo”. Piensen que por tan “liviano
pecado” nos privaría la iglesia de ir al cielo, que estaba hecho de turrón y
peladillas, según mi párroco, o ir al infierno por masturbarte a consumirte en
el incombustible y horrendo fuego eterno.
Así, y con aquella educación sexual
retrógrada llegó el joven y apuesto murcianico a la capital del reino, Madrid.
Él no quería ser militar. Carlos quería ser escritor.
No quería ser filósofo como Sócrates, Platón o Aristóteles. Algo más sencillo
pero inconmensurable. Quería ser un Dostoievski, Flaubert, Borges, Federico
García Lorca, en sus poemas de Poeta en Nueva York o Yerma, o acaso, un Valle
Inclán en Sonata de Primavera. De ahí que buscara las tertulias del Café Gijón
o del Ateneo donde escuchaba, entre otros, al que pasado el tiempo sería Premio
Nobel de Literatura Camilo José Cela, y otros no menos importantes literatos o
poetas para luego él hacer sus
pinitos de escritor que ha terminado en esto.
En cuanto al aspecto documental el
escrito es ameno, y sobre todo, para los que hemos vivido algo de vidas
paralelas al salir de nuestros pueblos muy jóvenes y tenernos que enfrentar
solos y con muchas carencias económicas a una vida alejada de nuestro
terruño y sin el calor de nuestros padres y hermanos y que por
su lejanía añoramos y lloramos muchas noches de silencio y abandono buscado por
nosotros. Carlos, sé que lo pasaste bastante mal, pero cuando algo se quiere, a
veces, el peaje que se paga es muy alto, lo digo por experiencia porque, entre
otros avatares, conocí el amplio pasillo para ir a los aseos del cine Carretas
y el miedo que pasé con los “desviados”, que no gays, tirados por los suelos y
el acoso en las butacas.
Podíamos decir, para los que somos muy mayores, que han pasado ya desde
que Carlos se fue a Madrid hasta hoy, “casi un millón de años”.
La
narrativa de Carlos es prosa poética de fácil lectura. Relata con amenidad
desde su infancia a la boda de “un crío con Dolorsitas la Pantoja ”. Es una prosa
poética, como dije, cargada de erotismo, a veces, sublime. Carlos toca con
sutileza sus enamoramientos y fracasos, que solo él se atreve a confesar. Su
tono es íntimo. Las palabras, las frases y los párrafos están muy estudiados y
medidos. Parece increíble que un machito hispano en vez de contar bravatas en
cuanto a lo sexual casi solo cuente sus fracasos, pero nos deleita con su
cordobesa Loli de la Rambla
de Córdoba. Su amor verdadero, la que después sería madre de sus cuatro hijas y
abuela de sus seis nietos.
En literatura tú has utilizado la forma de
expresión que has querido y lo has dicho como has deseado. Pero has procurado
que tu Narrativa dijera algo o enganchara. Y es así como tu argumento de
·Historia de Yo· es atinado, ameno y refrescante en la exposición. Deleita,
atrae y subyuga. Cada capítulo te lleva al otro con fruición. Y esto, quizá,
querido amigo, es lo que busca un hábil lector de la buena literatura. La buena
literatura es la que no te deja ni un instante libre para pensar en algo que no
sea en el argumento del libro presente o en el capítulo siguiente. Y esto, lo has conseguido con largueza. Así es, como
el lector espera, querido Carlos, tu nuevo libro y que ya está tardando. Un
abrazo y ¡¡enhorabuena!!
José
Llopis Flores